Padres de Felipe Vera, 2017
Hoy nos sentimos acompañados…
Ya era la primavera del año 2010 y nuestra familia recibía su nuevo integrante, su hermano lo veía por primera vez, pasaba en una cúpula de vidrio. De grandes ojos y una actividad poco usual en un recién nacido, lleno de energía.
Siempre al cuidado Nuestro y de sus abuelos maternos, se crio bajo un régimen de constante cariño y privilegios propios del nieto menor.
Llego el momento en que debíamos buscar un jardín Infantil, había que sacar a nuestro hijo de esa burbuja en que lo manteníamos. Su comunicación verbal era deficiente, en ocasiones su actuar era casi caprichoso, dando pataletas y llantos cuando no lograba obtener lo que se proponía, cada vez que tenía una necesidad su hermano era la herramienta para satisfacerla, nos decíamos que era un niño consentido.
Sus primeras semanas en el jardín infantil eran normales, de adaptación, sus primeros meses eran distintos a los de sus compañeros, habían llantos antes de ir a clases, las educadoras nos decían que su comportamiento era malo, no avanzaba en las tareas diarias y se nos invitaba a abandonar el establecimiento sin motivo alguno, solo con el pretexto que nuestro hijo no se adaptaba. Recuerdo entrar a la sala y ahí estaba rodeado por cerca de diez niños que veían como trataba de lanzar el televisor desde la mesa en que estaba el artefacto.
Un año de peregrinar de un jardín a otro hasta que se nos dio señales que algo era diferente en nuestro hijo, debía ser evaluado por un equipo multidisciplinario experto en trastornos de la comunicación. Un día durante una conversación rutinaria se nos habló de Hirondelle, una escuela enfocada en el Trastorno de la comunicación, ya no necesitábamos seguir esperando por un cupo para evaluar a nuestro hijo, fuimos citados por la directora de esta Escuela, para nosotros desconocida, nos entrevistamos y conoció a nuestro hijo. Finalmente teníamos una respuesta clara, Nuestro hijo era diferente y se enmarcaba en el Trastorno del espectro Autista, así es autista, en un grado mayor o menor eso no importaba porque era algo totalmente desconocido para nosotros, solo conocíamos lo que se mostraba en las películas, o lo que alguna vez escuchamos decir de alguien, como una “enfermedad” grave. Debíamos aceptar los hechos, debíamos aprender del tema, buscábamos información donde fuera, internet, biblioteca, algún documental que existiera, la información era mucha, pero poco dirigida, no filtrada y difícil de comprender, era casi como vivir un duelo, no se acepta, te preguntas el por qué.
Llego el día, el primer día de clases en Hirondelle, era como ver a nuestro hijo en cada uno de esos niños, su actuar, su forma de jugar, corrían de forma descuidada sin mirar atrás como si el mundo fuera de ellos y nada fuera a interferir, otros daban espectáculos de llantos y pataletas sin entender una palabra de la que decían. Nos dimos cuenta que no estábamos solos, que éramos muchos y que teníamos un apoyo incondicional de ese grupo de profesionales, con energía y ganas de enseñar a cada niño en ese lugar pequeño, pero acogedor , no importa quien seas, de donde vengas, ellos están ahí para ayudar no solo a nuestro hijo, también a nosotros como padres, como familia.
Hoy es el segundo año de nuestro hijo en la escuela, sus avances han sido enormes, lo vemos a diario en su actuar junto a los niños del pasaje, sus amigos como él los llama, amigos que llegan a nuestra casa y piden a gritos que salga a jugar con ellos, estas son señales de integración, señales que indican que vamos por el camino correcto, un camino trazado por un grupo de profesionales a los cuales nosotros llamamos Tías, el camino es y será sinuoso, con múltiples Pendientes, un camino entre enormes montañas, pero que estamos dispuestos a recorrer juntos, sin apuros, con paciencia y paso firme.
Infinitas gracias por su trabajo.
De Familia Vera - Cabrera.
(Julio 2017).